domingo, 1 de marzo de 2009

"La edad del pavo"


MAR/09


LA EDAD DEL PAVO:


En el adolescente, sus pensamientos, sus emociones, son un hervidero de problemas, inseguridad, dudas y contradicciones. No sabe quién es ni lo que quiere, se ve inestable en sus propósitos. Y, en sus conductas visibles, reacciona de una forma sorprendente: se muestra cabezota, obstinado en las discusiones, lleva la contraria casi por sistema, habla poco y cuando lo hace es mediante susurros; o, lo que es peor, a gritos, como quien está seguro de todo y acaba de descubrir la verdad de las cosas. Discute sólo para ganar, para hallar en la lucha dialéctica esa firmeza de la que carece.
Necesita derrocar la autoridad paterna, por eso es contestatario. Pero cree que sólo esa ruptura le va a conducir a la emancipación. Con esa oposición sistemática están reivindicando ante los adultos el "yo no soy tú". Necesitan ser autónomos y que se les reconozca como independientes en algunas cuestiones. Pero a la vez, y esto desconcierta y altera a los padres, no se muestran responsables con sus estudios, ordenar su habitación o con sus gastos personales.
Los padres les repiten "si quieres hacer tu vida y ser independiente que sea para todo: para estudiar y para organizarte mejor" y ellos responden que el único problema es que no les comprendemos. Los adultos también hemos sido adolescentes, pero hace 30 años vivíamos en una dictadura, no había más que una TV, no existían los ordenadores ni Internet, en la escuela las clases no eran mixtas, se pensaba que la masturbación era pecado, las familias de dos y tres hijos eran lo normal, los jóvenes despertaban al sexo en la veintena y no había preservativos ni educación sexual alguna, el trabajo abundaba, el rock era cosa de desquiciados, y sólo iban a la Universidad unos pocos elegidos. Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia. Partamos de ello, y estaremos más capacitados para entender el mundo interior de los adolescentes, y más motivados para observarles con atención y escucharles con paciencia, cercanía y cariño. Ahora bien, aunque podamos ceder en cosas para ellos importantes (apariencia externa, gustos musicales y aficiones, amistades, horarios en días festivos...) hemos de mostrarnos firmes en lo fundamental: respeto a padres y hermanos, responsabilidad en sus deberes académicos y hogareños, salud y seguridad personal... Porque, aunque se oponen a cualquier autoridad, necesitan una referencia, unas certidumbres que alivien su estado de duda y les sirvan de orientación.
Si desde un principio hemos mantenido en esta etapa una actitud de escucha y comunicación, combinando el afecto con las concesiones y la firmeza, es muy probable que vuelvan a la normalidad de la vida familiar. Porque, desde esa serenidad adquirida, percibirán a la familia como el valor seguro que es.
Los padres y adultos para no perderse en el estado de ebullición mental y física que su edad y cambios físicos le generan, poco pueden hacer, más allá de recabar información sobre sus hábitos. Ante la influencia del medio social, tan llena de riesgos, los padres pueden adoptar posiciones extremas: prohibición total, protección excesiva, obsesión por saber todo lo que hace el hijo/a... Sin embargo, la flexibilidad es la actitud más inteligente: no discutamos por las cuestiones menores, pero defendamos una posición firme, aunque siempre razonada, sobre ciertos hábitos que atentan contra la salud, la seguridad o el ritmo de algunas diversiones que impiden que cumpla con los estudios o se alimente y descanse correctamente. Nos resulta difícil comprender por qué van en masa, bailan al mismo ritmo, visten igual y escuchan la misma música. Pero es su entorno social, que sienten como protector de su inseguridad. Ahí están a gusto. Se defienden frente a un mundo adulto que consideran agresor. Y entre las masas y su grupo de iguales (amigos) van incubando su proceso de emancipación. En períodos posteriores, dejarán de necesitar a la masa protectora e irán por libre. Los padres deben esperarles con las puertas abiertas, pero sin alejarse, sin perder el hilo de por dónde y cómo se manejan en ese proceso de construcción personal.
Despierta el sexo:
En esta edad el despertar de lo sexual y la atracción por el otro sexo, se vive con temor y aflicción, y se percibe como un descubrimiento espectacular. Con la evolución de las costumbres, se han modificado las conductas adolescentes respecto al sexo. Ahora, ellas también toman la iniciativa. Los modos y estrategias de seducción son más abiertos y directos, y se activan tanto por los chicos como por las chicas. Este descubrimiento de la sexualidad conduce a la exploración del placer que produce practicarla, a solas o en compañía.
Hoy, pocos adolescentes ven el sexo como algo perverso o pecaminoso. Se esconden casi lo mismo que lo hacían sus mayores, pero no temen tanto la práctica del sexo. Para los padres, la actividad sexual de sus hijos adolescentes es, ante todo, un problema: de conciencia moral ("pero si son tan jóvenes que..."), de estilo ("en nuestra época, el sexo era una cosa más romántica, más elegante...") y, fundamentalmente, de riesgo ("mira que si la dejas embarazada" o "si te quedas encinta, qué harías con un niño a los 17 años"). Pero para muchos adolescentes, el sexo es una aventura apasionante por la que merece la pena asumir ciertos riesgos. Prohibir drásticamente propicia que lo practiquen con conciencia de culpa, que no soliciten la información necesaria y que corran riesgos evitables, como las enfermedades contagiosas y el embarazo no deseado.
Tanto educadores como padres debemos proporcionar a los adolescentes informaciones claras y completas, primando, la recomendación de un sexo consciente, responsable, seguro y placentero. Los adolescentes necesitan comprobar las posibilidades y habilidades de lo que perciben como nuevo continente físico, su propio cuerpo. Por ello, la práctica de deportes es particularmente aconsejable en esta edad.
¿Qué hacer?
Hay algunas manifestaciones típicas de esta edad que preocupan a los padres: el fracaso escolar, el inicio en el consumo de alcohol y drogas, las conductas marginales, ese aislamiento de todo y de todos que puede exigir la intervención de un psicólogo... Lo cierto es que cada adolescente es todo un mundo que hemos de conocer, y podemos ayudarle si…
…nos mantenernos informados de cómo evolucionan sus sentimientos y emociones, su cuerpo y sus relaciones sociales,
…estamos abiertos a la comunicación con él/ella, en cualquier circunstancia,
…intentamos descubrir qué les agrada y les escuchamos con paciencia e interés,
…facilitamos su emancipación, cediéndoles paulatinamente cotas de libertad y de responsabilidad,

…nos mostramos flexibles en lo accesorio, y firmes en lo fundamental,

…sabemos esperar (mirando a medio plazo) a que “se le pase” y procuramos, siempre, ponernos en su pellejo; para ello, debemos conocerle y respetarle mucho.




C.V.G. - Psicólogo Colegiado Nº CV-02211-