jueves, 24 de septiembre de 2009

Prevenir el fracaso escolar.

Prevenir el fracaso escolar.

La tasa de fracaso escolar en nuestro sistema educativo es de alrededor el 30%... una verdadera barbaridad. Reflexionemos sobre los factores que influyen para que los pequeños tengan problemas escolares y cómo podemos atajarlos desde los primeros años de colegio.

Ambiente familiar.

Los niños necesitan un ambiente familiar rico en estímulos, donde capten una verdadera implicación de la familia en su vida escolar. Hay que dedicar tiempos de atención «exclusiva» a los estudios en casa.

Autoestima.

Un niño con baja autoestima siente que no es capaz de alcanzar lo que se propone. Hay que darles una imagen positiva de quiénes son y de lo que hacen, no son torpes, necesitan esforzarse. Hay que enseñarles a aceptar los errores y las dificultades, y no venirse abajo, hay que alabarles por su esfuerzo y sus pequeños logros.

Atención.

Desde muy pequeños hay que habituarles a tareas que les ayuden a centrar su atención con juegos y tareas sencillas apropiadas a su edad. Para aprender es fundamental que sean capaces de concentrarse.

Lectoescritura.

La lectura y la escritura son imprescindibles para todas las asignaturas y si no las dominan, el edificio se tambalea desde sus cimientos. Hay que ofrecerles modelos adecuados desde pequeñitos y fomentar en ellos el amor por la lectura y la escritura. Si observamos dificultades en este campo, es preciso acudir a un especialista cuanto antes.

Motivación.

El desinterés y el rechazo por todo lo que huele a colegio conlleva falta de esfuerzo personal y abandono de sus tareas. Debemos fomentar en ellos el afán por hacer las cosas por sí mismos y la alegría por conseguir las metas que se marquen. Es preferible valorar más sus logros que reprochar los fracasos. Conviene darles una imagen positiva de lo académico: evitemos comentarios sobre lo «rollo» que es el cole o la rabia que da volver a clase el lunes.

Hábitos de estudio.

A estudiar también se aprende. De nada sirve que se pasen las horas muertas delante del libro. Desde muy pequeños desarrollemos el hábito de un tiempo diario para tareas escolares y, más adelante, proporcionarles unas técnicas de estudio que les permitan aprender de forma ágil y eficaz. Deben tener en casa con un rincón de estudio libre de distracciones.

Señales de alerta.

Ciertas circunstancias transitorias pueden convertirse en la base de un fracaso escolar si no se detectan a tiempo:

- Una pequeña anemia (detectable con un simple análisis de sangre) puede ser el origen de esa apatía que perjudica su rendimiento. Una pérdida auditiva o algún defecto en la visión, les pueden hacer ir cada vez más rezagados.

- La falta de estabilidad familiar les afecta muchísimo: una época en la que haya más problemas, discusiones o reproches en casa. Suelen aprovechar peor las clases, ya que tienen la cabeza en otro sitio. Si se pasa por un mal momento en casa, charlemos con ellos para darles seguridad.

- No sentirse aceptado por los compañeros o no tener amigos puede hacer que se retraigan académicamente. Por no hablar de los complejos: verse gordo, avergonzarse de llevar unas gafas o rechazar el aparato corrector de los dientes.

Medidas preventivas.

Hay que actuar ante la aparición de las primeras dificultades. No es bueno pasar por alto las malas notas una y otra vez sin poner medidas. Acordar con su profesor cómo ayudarle en casa.

Hay que concebir el curso como una carrera de fondo. De nada sirve el sprint final en los exámenes de junio si no se han conseguido buenas calificaciones desde el inicio de curso.

Evitar que se instalen en el papel de perdedores. Aunque las notas suelan ser malas, cuidemos su autoestima para que no sientan el fracaso como algo esperado y normal. Sobre todo alabar sus logros y su esfuerzo, y animarles a superarse.

martes, 1 de septiembre de 2009

Todos al cole.

Todos al cole.

La vuelta al cole no suele presentar mayor problema para los niños, pero en los más pequeños conviene tener en cuenta que es una situación nueva que puede provocar ansiedad, insomnio, pesadillas, cambios en el estado de ánimo…

Entre 0 y 3 años.

Hasta los 9 meses el bebé no ha desarrollado el suficiente apego con los padres. Ir a la guardería no es traumático porque su conocimiento del mundo es escaso. Entre 1 y 2 años han desarrollado el apego con sus padres, tienen recursos para llamar la atención y reclamar lo que quieren. Es posible que llore desconsoladamente al dejarle en el cole. Poco a poco irá aceptando su nuevo entorno. Unos días antes de ir al cole explicarle lo que va a ocurrir, hablarle positivamente de la escuela, enseñarle dónde está y cómo es. Durante los primeros días es mejor un horario progresivo (de menos a más horas), y deben ser los padres quienes le acompañen.

El primer día de guardería.

Antes de: Nuestro objetivo es que el niño vea con normalidad el ir a la guardería. Un buen truco, por ejemplo, sería decirle que si se porta bien le dejaremos ir a la guardería... pero para que esto funcione, tenemos que dar antes otros pasos.

Como ahora va a tener que levantarse en función del horario que tenga la guardería, ir adaptándole por lo menos desde la semana anterior. Tenemos que conseguir que duerma sus horas, para que no le cueste salir de la cama, desayunar tranquilamente, e ir a la guarde sin apuros.

Para irle preparando tampoco es mala idea que le hagamos un asiduo del parque, para que se acostumbre a pasar cada vez más rato sin preocuparse de otra cosa que no sea jugar. ¿Que se lo pasa bien en el parque? Pues aprovecha eso y dile que la guarde es como un parque pero mejor, porque hay más niños y más juguetes. Tenemos que ayudarle a que se forme una imagen positiva de la guarde, y para ello nada mejor que meter todo lo que le gusta en ese saco: ¿que al niño le gusta pintar? Pues hay que decirle que allí se pinta muchísimo. Que ya le gusta preguntarnos el por qué de esto y de aquello, pues le decimos que cosas como esas son las que enseñan allí. También puedes contarle cosas muy buenas que te hayan pasado allí a ti o a otro niño: “tu primo al principio tenía miedo pero al final ya no había quien le sacase de allí... ¿has visto sus amigos? Pues todos se conocen de la guarde...”

Despedida y reencuentro: Hay que llegar con naturalidad, hablando tranquilamente de lo mucho que va a jugar, explicando que nosotros volvemos en unas horas, que no va a pasar nada, que qué buen día hace hoy...

Entonces saludamos al cuidador, le damos dos besos al niño, y nos marchamos, lo mejor es no prolongar mucho la despedida. De repente él corre y viene a nosotros, dice que no nos separemos nunca y monta un numerito. Lo mejor es tranquilizarle, decirle que volverás, que va a ser un ratito nada más, nos acercamos con él a la cuidadora, y, ahora sí, nos volvemos a ir.

Y cuando vayas a recogerle… “¿Te lo pasaste bien en la guarde? ¡Oh, qué dibujo más bonito! Lo colgaremos de la nevera. ¿Y esa canción te la han enseñado allí? Pues tenemos que cantársela a la abuela, que ya verás como le gusta...”

Entre 3 y 6 años:

A los 3 años el niño ya ha adquirido unos hábitos de comportamiento, relaciones afectivas estables y reconoce su entorno. Conviene prepararle para que se adapte mejor, explicarle qué es la escuela, contarle lo bueno y divertido que es el cole. Ir a ver su escuela. Jugar con él a “ir a ver la escuela”. Comprar con él lo relacionado con el colegio (ejemplo: el babi). Fomentar la autonomía personal al vestirse, o al comer para que se sienta más seguro de sí mismo. Iniciarle en el control de esfínteres y en la comida sin triturar.

De 7 a 12 años:

Durante el verano deben realizar actividades de repaso y unos días antes de empezar el curso instaurar el horario habitual. En estas edades la mejor manera de solucionar los conflictos escolares, y de todo tipo, es hablando. Nunca recurrir a castigos físicos o severas reprimendas, con ello se agravará el problema.