miércoles, 20 de enero de 2010

Enséñale con un premio.

Enséñale con un premio.

Los buenos hábitos se aprenden y consolidan en la infancia. Para que los niños aprendan conductas adecuadas los padres deben emplear para enseñárselas, desde sus primeros meses de vida, el premio, la alabanza o la atención positiva cuando su comportamiento sea correcto.

Cualquier conducta del niño que vaya acompañada o se haga seguir de una recompensa o satisfacción para el niño, es más probable que la repita. Por tanto, si queremos que nuestro hijo tenga una conducta adecuada (como lavarse los dientes) debe ir seguida de nuestra atención o un premio.

A veces, los padres creen que el niño no hace nada para ser premiado, pero siempre hay algo, por ejemplo, el niño que no para de moverse, puede permanecer sentado unos segundos… inmediatamente hay que alabarlo por ello.

Para que el premio sea eficaz…

Debe aplicarse a comportamientos muy concretos. Debemos pedirle al niño que haga la cama, que pida las cosas por favor, que retire el plato de la mesa… y de esta forma cada vez que lo haga podemos premiarlo. Pero si le pedimos, por ejemplo, que “se porte mejor” o que “sea obediente”… el niño no sabe qué debe hacer, y, además, los educadores no sabemos exactamente qué comportamiento hay que premiar o alabar.

En primer lugar, debemos explicarle de forma clara y concreta qué conducta esperamos de él, y al principio recompensarle SIEMPRE que la realice. Podemos empezar premiándole con recompensas materiales (golosinas, juguetes, helado…) o premios de actividad (ver TV, jugar con el ordenador, darse un baño…), pero siempre acompañados de alabanzas, abrazos, sonrisas, una palmadita en la espalda… cualquier muestra de afecto y aprobación.

Esta atención positiva de los padres es lo más importante, siempre debe estar presente, mientras que los premios materiales o de actividad deben ir disminuyendo, hasta desaparecer.

Si le prestamos atención siempre que haga lo correcto (cuando se peina él solo, por ejemplo) y cuando protesta porque no quiere peinarse le ignoramos (no le insistimos, ni le reñimos), terminará peinándose solo.

Si le exigimos enfadados con órdenes repetitivas sólo conseguimos reducir su colaboración, porque se niega a cumplir las órdenes para que se le preste atención. Debemos reducir las órdenes al mínimo, indicarle amablemente lo que tiene que hacer y, cuando lo haga, premiarle y/o alabarle. Sólo lo conseguiremos si actuamos siempre del mismo modo, si somos consistentes en nuestras respuestas ante sus comportamientos.


C.V.G. - Psicólogo Colegiado Nº CV02211 -

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