viernes, 21 de mayo de 2010

Los miedos de los niños.


Los miedos de los niños.

¿Por qué los niños tienen miedo? ¿De dónde puede provenir la sensación de miedo de un bebé? Si observamos su reacción cuando se produce a su lado de forma inesperada un fuerte ruido, abre los ojos espantado, llora y grita. Lo mismo sucede si se le quita bruscamente el apoyo, la almohada, por ejemplo. Tiene miedo. Recordemos su actitud de terror cuando su madre le deja, o cuando aparece un rostro nuevo, desconocido para él; o sus gritos y cólera cuando reclama el alimento que se retrasa.

En todos estos casos el niño percibe una amenaza: de repente su equilibrio se ve roto, hay un cambio en la situación que le provoca miedo. Al quitarle la almohada es el equilibrio físico el que se rompe, cuando su madre se aleja el niño siente su ausencia como una amenaza a su seguridad. Son cambios de su situación de seguridad, incomprensibles para el niño. Todo cambio de situación implica una amenaza y es lo que le provoca miedo.

Del mismo modo, para superar su miedo el niño ha de adaptarse a la nueva situación, que es lo que constantemente intenta en sus primeros meses de vida.

Más adelante cuando el pequeño va reconociendo los objetos que le rodean y comprende su significado, sus reacciones de susto se producen por objetos o cosas que le impactan: objetos voluminosos que se le acerquen demasiado al rostro, los resplandores violentos, los colores encendidos, lanzarlo al vacío haciéndole una carantoña…

También pueden provocar su reacción de temor las cosas que se mueven (marionetas, peonzas…), los objetos que se desplazan (un coche eléctrico) y los seres vivos (perros, gatos, ciertas personas de su entorno…). En fin, todo aquello que el niño no comprende, cuyo origen o función no es capaz de entender, aquello que, con razón o sin ella, el niño considera peligroso.

El mundo de los pensamientos infantiles es muy distinto al nuestro y sus temores nos parecen con frecuencia extraños e incomprensibles. Como sucede en su tendencia a generalizar: su miedo al médico puede generalizarse a todos los que lleven bata blanca, por ejemplo. Es por esto por lo que es inútil intentar razonar o moralizar con un niño que tiene miedo.

¿Cómo actuar?

El niño se irá adaptando progresivamente a todas las situaciones nuevas, hay que permitirle poco a poco, darse cuenta de que no hay peligro, y lo conseguirá, siempre y cuando los adultos le sigamos ofreciendo un entorno de seguridad y confianza.


No sólo necesita que se le tranquilice ante lo que él considera peligroso, hay que mostrarle más afecto y cariño, no hay que ridiculizarle o criticarle por sus temores. Pasado el susto, cuando esté tranquilo, hablar con él sobre sus temores, intentando demostrarle la ausencia de peligro. En algunos casos, se puede intentar una reeducación progresiva. Por ejemplo, si tiene miedo a la oscuridad podemos empezar por dejarles un poco de luz al principio, e ir reduciéndola poco a poco hasta quitarla del todo.

Además, el niño necesita vivir en un ambiente familiar de calma y serenidad. La actitud de los padres y el clima familiar influyen mucho en la serenidad del niño ante el peligro. Las discusiones entre los padres, una atmósfera tensa, la continua excitación o nerviosismo en la familia, o bien, las regañinas, amenazas o reprimendas repetidas, los cachetes frecuentes, o también, un padre siempre ausente, o la irregularidad habitual de los horarios… en nada contribuyen al sentimiento de seguridad que necesita el niño.

¿Cuándo son anormales los temores?

Miedos como los que hemos citado hasta ahora aparecen en prácticamente todos los niños. Sin embargo, pueden calificarse como anormales o patológicos

  • Si persisten en una edad en que tendrían que haber desaparecido.
  • Si las manifestaciones de miedo del niño son particularmente intensas, frecuentes y prolongadas.
  • Si el niño presenta un estado de ansiedad o inquietud que se convierte en habitual.
En cualquiera de estos casos se debe acudir a un especialista de la Psicología para que valore cuál es la causa del malestar del niño e intervenir en consecuencia.

C.V.G. (Psicóloga col. Nº CV02211)

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