lunes, 22 de febrero de 2010

Cómo y cuándo ignorarles.

Cómo y cuándo ignorarles.

Cuando a un niño le alabamos o le prestamos atención por algo que hace, lo repite, especialmente, si le seguimos “haciendo caso”. Del mismo modo, que al prestar atención a conductas adecuadas conseguimos que se repitan, el prestar atención a comportamientos que no deseamos también los mantiene. Por tanto, debemos retirar la atención de lo que no queremos que hagan los niños, pero siempre premiando y atendiendo las conductas adecuadas.

Padres y educadores corregimos los comportamientos no deseados de los niños con la regañina o la repetición cansina, que puede ser efectiva las primeras veces que se utiliza, pero el niño acaba por habituarse a ella, se insensibiliza a las críticas negativas. Para el niño se convierte en un tomarle en consideración por lo que hace. Los chavales se “acostumbran” a que se les insista, “les encanta” convertirse en “el centro de atención”.

En el momento en que le retiremos la atención a la que está acostumbrado, el niño aumentará la conducta que queremos reducir.

Ejemplo: Juan cuando se le ordena que se vaya a la cama se niega a gritos ante la insistencia de sus padres. Si sus padres cambian su forma de actuar y le indican calmadamente que ha llegado la hora de irse a la cama y que sólo se lo dirán una sola vez, la respuesta de Juan será aumentar su negativa y sus gritos, que sus padres deberán ignorar totalmente.

Deben armarse con grandes dosis de paciencia, porque haga lo que haga el niño (excepto conductas que detallaremos a continuación) deben permanecer tranquilos, sin mirarlo, ignorándolo por completo. Hacerle caso ahora, agravaría más el problema. El niño insiste en su forma habitual de comportarse porque suele obtener la atención de sus padres.

Los padres no deben dirigirse al niño excepto en el caso de que en su rabieta el niño tenga conductas que sean peligrosas para sí mismo, supongan un peligro para los demás o conlleve el romper objetos. Este tipo de conductas no pueden ser ignoradas en ningún caso. Inmediatamente se debe intervenir para interrumpir la conducta anómala y para proceder a la aplicación de un castigo, como, por ejemplo, unos minutos en “el rincón de pensar” o recoger las cosas que ha tirado al suelo.

Si importante es mantenerse firme ignorando las conductas inadecuadas, no debe olvidarse que mucho más importante es, paralelamente, reforzar, premiar o alabar la conducta opuesta adecuada. La más leve aproximación a la conducta deseada debe ser atendida y premiada.

Ejemplo: si Juan parece dirigirse tímidamente a su habitación, o deja de gritar y llorar, acudir para acompañarlo y abrazarlo. De esta forma le enseñamos que los gritos y las pataletas no “le sirven” para que le atendamos. Al mismo tiempo el niño aprende cuál es la forma correcta de comportarse, que sí tendrá la atención de sus padres.

Para conseguir que el niño cambie su comportamiento y se mantenga, siempre, insistimos, siempre, ante sus rabietas los padres han de actuar del mismo modo. Es fundamental ser constante y consistente, no desfallecer y mantener una actitud tranquila.

C.V.G. (Psicólogo Col. Nº CV02211)

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